jueves, 23 de marzo de 2017

Poema gripal

Mandarina vaginaEl otoño no me tuvo compasión.

No esperó ni un día. El 21 de marzo me atacó con todo: gripe y resfrío. Así que ahora estoy tirada en la cama, rodeada de pañuelos desechables usados y por usar.

Lo bueno de la gripe es que me inspira pensamientos delirantes. Y en este caso me inspiró a dedicarle un poema a algo que estoy mirando en este momento. Adiviná qué es:

Flor que se abre en la penumbra
Despertando impetus carnales
En espera de un cíclope erguido
Que se atreva a surcar sus canales.

miércoles, 22 de marzo de 2017

El profe de yoga (2a parte)

Profe de yoga dando claseLlegó el día de la clase de yoga.

Le pedí a Antonella si me dejaba usar su depto para la clase, por que el mío todavía es medio un desastre (no tanto como cuando recién me mudé, pero desastre al fin). El de ella es más grande, está más ordenado y además, está acondicionado para el ejercicio de su profesión; esto quiere decir que se puede ambientar con luces bajas, música, fragancias, etc. Y tiene una alfombra mullida, así que se puede usar el piso para hacer yoga sin necesidad de colchonetas. Le ofrecí pagarle una tarifa como la que le pagan sus clientes, pero se negó rotundamente. Dijo que le interesaba presenciar la clase, aunque no fuera a hacer los ejercicios.

Otra razón por la que le pedí el depto (tengo que admitirlo) fue que me daba miedo que viniera a mi casa un tipo que conocí por el chat. Antonella, en cambio, está acostumbrada a recibir extraños, y seguramente tiene prevista alguna forma de defend
erse en caso de que le caiga algún loco violento.

Yo me vestí con ropa cómoda, siguiendo los consejos del profe: una calza no demasiado ajustada y un remerón.

Estamos tomando unos mates con mi amiga cuando suena el timbre.

jueves, 16 de marzo de 2017

El profe de yoga (1a parte)

¿Por qué será que los tipos, cuando les gusta mucho una mina, dicen cosas como: “está para partirla en cuatro”, “la hago mierda”, “qué lindo sería acabarle en las tetas”, “le doy hasta que salga olor a pelo quemado”; entre otras bestialidades? Nunca una expresión cariñosa, como por ejemplo: “cómo me gustaría hacerla gozar de placer”, “la desnudaría despacio y me quedaría mirándola un largo rato”, “quisiera pintarle un retrato y después acariciarla con el pincel”. Si escuchara un tipo decirme cosas como esas, no sé si le daría bola, pero me causaría al menos unas cosquillitas internas.

Debe ser por eso que las mujeres se vuelven lesbianas (¿o debería decir “nos volvemos”?). Queremos un poco de dulzura, y los hombres están cada vez más brutos, más primitivos. Realmente se creen que eso nos gusta y nos excita. Ni hablar de los que directamente nos fajan, como mi ex.

La ventana del balcón está cerrada. Y no tengo ganas de abrirla. Ya no me divierto espiando a Antonella mientras está con sus clientes. No tengo ganas de escuchar sus gritos y gemidos. O quizás es que no quiero escucharla gozando con otra persona que no sea yo.

¿Qué me está pasando? ¿Me volví lesbiana así como así?

No creo. Me siguen gustando los hombres. Y en general no me atrae la idea de estar con otra mujer. Excepto con Antonella. Ella es especial en muchos sentidos. Quizás me enamoré de mi vecina y ahora me da celos que ella disfrute con otra gente.

 

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