viernes, 1 de diciembre de 2017

Estadía en el infierno - Día 2

Sábado. 4 de la mañana. Me despierta el frío y el coro de ronquidos que viene del otro lado de la pared. Me estoy cagando de frío. Golpeo la pared y les grito que me traigan algo para abrigarme. Amalia se despierta y empieza a putear a los gritos.

10 de la mañana. Se ve que la fábrica hoy no trabaja por que no se escuchan ruidos. La vieja me trajo una manta así que pude dormir. Ahora ya están despiertos de nuevo y ella le está gritando al marido. “Otra vez en pedo gordo de mierda son las 10 de la mañana. Andá llevale algo a la trola”. Empieza a sonar la cumbia a todo volumen.

11 del mediodía. Hace un rato Leonardo me trajo mate cocido y unos bizcochos de grasa. No me habló ni nada, se lo notaba medio hecho mierda por la resaca. Me siento hecha una mugre. Intento lavarme un poco pero sin siquiera desodorante mucho no puedo hacer. Además no tengo ropa para cambiarme, el short y la remerita ya dan asco. Intento hacer algo de ejercicio, algunas posturas de yoga, aunque con la cadena en el cuello se me hace imposible.

Siempre tuve curiosidad por saber cómo funcionaba el tráfico de mujeres. De morbosa nomás. Supongo que ahora lo voy a aprender. Lo voy a vivir en carne propia. Ojalá me compre un jeque árabe y me tenga en su harén rodeada de lujos. Pero si estos viejos hijos de puta no me cuidan un poco mejor, nadie va a dar dos mangos por mí. Voy a empezar a tener panza y las piernas y el culo se me van a poner flácidos. No voy a valer nada. Mejor, capaz que entonces me dejan libre por que nadie me va a querer comprar.

2 de la tarde. Vino Marcos y me dejó un sandwich y una botellita de agua mineral. Cuando le dije gracias se atrevió a mirarme un poquito a los ojos. Fueron unos segunditos nomás. Se quedó como dudando. Enseguida se escuchó la voz de la vieja que lo llamaba así que se fue al toque.

7 de la tarde. Hace un rato vinieron los dos viejos. Fue raro. Se pusieron a tomar mate y a hacerme compañía. La vieja estaba amable. No sé si estaba fingiendo o realmente se volvió buena por un rato. Me convidó unos mates y unas pepas. Yo estaba tan necesitada de ver gente y de tener compañía que lo acepté. Me animé a pedirle un desodorante y alguna ropa para cambiarme. Me trajo el desodorante y una remera de ella que me queda como un camisón. Después me sorprendió más todavía. Me dijo: “hoy está lindo, el gordo va a hacer asado a la noche. Le salen fenómenos, vas a ver”. No entiendo por qué tanta amabilidad de repente.

12 de la noche. Me cuesta escribir esto. No sé cuánto más bajo se puede caer. Esta familia de dementes se vinieron a comer el asado a mi habitación. Los dos viejos y el pibe. Trajeron un mesa y sillas de camping pero la pusieron lejos y yo no llegaba con la cadena. Me prepararon un plato con chorizo, morcilla y un pedazo de tira. Lo dejaron en la mesa y me dijeron que me lo alcanzaban solo si yo hacía lo mismo que en el depto: ponerme en bolas y pajearme adelante de ellos. “Total ya todos te vimos, no va a ser nada nuevo”, dijo la vieja hija de puta. Los mandé a la mierda, los putié con toda mi furia y me enrosqué en la cama a llorar dándoles la espalda. Les dije que tiren el asado a la mierda. Mientros ellos comían y tomaban vino.

Cuando terminaron de comer Marcos se llevó los platos sucios. Amalia me dijo: “es tu última oportunidad. ¿Qué hago, me llevo tu comida?”. Ni me moví. “Listo, morite de hambre entonces”. Ahí aflojé. Me levanté y le dije que espere. Me desnudé adelante de ellos y me empecé a tocar, llorando. Los dos viejos se calentaron, empezaron a besarse y a tocarse entre ellos. No quise mirarlos me daban repulsión. Al rato el viejo me acercó la mesa y la silla y se fueron. Me senté a comer sin dejar de llorar. Se escuchaban gemidos y gritos desde la otra habitación. Me pregunto si Marcos estaría ahí viendo el espectáculo.

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